“Al principio ninguno de los dos quería tener hijos enseguida y viajamos un poco por el país. Él estaba acostumbrado porque lo había hecho como geólogo de YPF, en donde también trabajó. Incluso ni bien nos casamos le habían ofrecido un puesto en San Juan, pero él dijo que no, porque la vida de geólogo es horrible, yo tendría que haber vivido sola en la ciudad a los 22 años mientras él venía una vez por semana quién sabe de dónde. Ahí empezó con los cuentos para chicos, antes de ser padre”. En este fragmento del libro Los Oesterheld, Elsa Sánchez de Oesterheld recuerda en primera persona una etapa poco conocida del autor del El Eternauta, la historieta argentina de ciencia ficción que Netflix adaptó a la pantalla y estrenó a nivel mundial en formato de serie el 30 de abril. 

Antes de convertirse en un célebre guionista de historietas, Héctor Germán Oesterheld se ganó la vida como geólogo. Estudió el Doctorado en Ciencias Naturales en la Universidad de Buenos Aires, que luego derivaría en la actual Licenciatura en Ciencias Geológicas que se dicta en Ciudad Universitaria. Comenzó la carrera en marzo de 1937 y al poco tiempo ingresó como becario en Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Trabajó allí entre diciembre de 1938 y mayo de 1940. Por entonces, YPF otorgaba becas de formación para que los futuros profesionales realizaran prácticas en sus yacimientos. Oesterheld cumplió tareas para la empresa en Comodoro Rivadavia (Chubut), Tupungato (Mendoza) y Zapla (Jujuy). Hay una icónica foto de aquellos años en la que se lo puede ver posando junto a otros compañeros delante de un Ford V8 que tiene el logo de YPF en una de sus puertas.

Martín Fracchia fue quien reconstruyó aquellos años de Oesterheld en un pormenorizado libro titulado En busca del geólogo olvidado, que se puede descargar de la Biblioteca Digital de Ciencias Exactas de la UBA. Allí cuenta que el autor de El Eternauta no era un estudiante brillante. De hecho, luego de ingresar en YPF su rendimiento en las aulas decayó y por eso fue desplazado de la petrolera. “Su experiencia en YPF termina el 10 de mayo de 1940, un mes después de desaprobar por segunda vez Química Analítica Cualitativa. A partir de este suceso comenzó a trabajar de noche. Y así el cansancio comenzó a socavar su fuerza para estudiar”, cuenta en su libro.

Pese a ello, continuó rindiendo sus exámenes y el 22 de mayo de 1946 aprobó su última materia, nueve años después de haber comenzado la carrera, aunque nunca presentó su tesis. El doctorado no tenía título intermedio, pero quienes no realizaban la tesis podían pedir un certificado de materias aprobadas que les permitía desempeñarse legalmente en el ámbito profesional. Oesterheld no lo hizo. “Fue un geólogo sin título, y además solamente trabajó como técnico”, remarca Fracchia.

Además de trabajar en YPF se desempeñó en la división minería de la Corporación para la Promoción del Intercambio (CPI), una sociedad anónima creada en noviembre de 1940 durante el gobierno de Roberto Ortiz como parte del Plan de Reactivación Nacional impulsado por el entonces ministro de Hacienda Federico Pinedo. Su objetivo principal era promover las exportaciones industriales no tradicionales mediante incentivos cambiarios y asistencia técnica, en un contexto marcado por las restricciones comerciales derivadas de la Segunda Guerra Mundial. Oesterheld ingresó allí en mayo de 1944 y a principios de 1946 la empresa fue liquidada y sus activos transferidos al Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI). La División Minería de la CPI fue transferida al Banco de Crédito Industrial Argentino (BCIA) y allí también fue Oesterheld.

“El BCIA tenía un Departamento de Fomento Minero, formado por un cuerpo técnico de profesionales cuya tarea consistía en analizar y evaluar la viabilidad de los proyectos como paso previo a que los créditos fuesen otorgados. (…) Parte de las tareas de evaluación involucraban la realización de análisis y ensayos sobre minerales y rocas; estas tareas se realizaban en un Laboratorio de Minería, ubicado en el barrio de Núñez”, cuenta Fracchia.

Durante esos años, Oesterheld publicó además varios libros de divulgación científica, como La vida en el fondo del mar (1947), Animales industriosos (1947), Nidos de pájaros (1947), El mundo maravilloso de los insectos (1948) y La aventura del petróleo (1948), a través de las editoriales Códex y Abril. Su esposa cuenta en Los Oesterheld, de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, que “en el Banco no le dejaban firmar con su nombre, por eso en las obras para chicos firmaba Sánchez Puyol, Sánchez por mí y Puyol por la madre”. Otro seudónimo de ese entonces fue Germán de la Vega.

En el libro Boris Spivacow: memoria de un sueño argentino, el propio Spivacow, que en ese momento era Director de Publicaciones Infantiles de Editorial Abril, relata su encuentro con Oesterheld.

–¿Cómo lo conoció a Oesterheld? –le pregunta Delia Maunás, autora del libro.

–Oesterheld apareció un día de la calle, me dijo que trabajaba en el Banco Industrial…o Hipotecario, y que escribía fundamentalmente para chicos. En aquel momento yo estaba preparando la colección Hoy y Mañana. Era una colección de divulgación para chicos y adolescentes (…) ‘Mire, yo soy geólogo, pero me gusta escribir. Querría hacer una prueba’. Le di para hacer La vida en el fondo del mar y él hizo un texto precioso –fue el primer libro de esa colección. A partir de ahí Oesterheld comenzó a publicar asiduamente con Editorial Abril.

Finalmente, en diciembre de 1950 Oesterheld renunció al Banco de Crédito Industrial. “Elevo a Vd. la renuncia al cargo que desempeño en esta Institución, de Técnico del Departamento de Ingeniería Minera, con el fin de poderme dedicar al libre ejercicio de mi profesión”, dice el texto. Seguramente, quien lo leyó pensó que hablaba de la geología, pero Oesterheld ya sabía a qué se estaba refiriendo.  

, Fernando Krakowiak