La transición energética de Chile enfrenta un punto de inflexión marcado por avances tecnológicos, pero también por desafíos estructurales que podrían limitar su desarrollo. A pesar de que el país figura entre los diez con mayor adopción de energías renovables, enfrenta retos vinculados a los vertimientos renovables (récords en 2024), costos marginales cero y la inserción de más fuentes renovables en toda la matriz energética del país.

“La batalla por la transición energética a renovables está muy lejos de ganarse”, sostuvo Claudio Seebach, decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), en diálogo con Energía Estratégica. 

Sin embargo, en materia de generación eléctrica, Chile presenta cifras alentadoras: la energía solar ya es la principal fuente de generación con alrededor del 30% de la capacidad instalada, permitiendo una reducción de la intensidad de emisiones de CO2 más acelerada que en Europa.

El avance de las energías limpias también ha descentralizado el sistema, gracias a que los pequeños medios de generación distribuida (PMGD) han tomado mayor relevancia en la última década; pero que junto con el avance de proyectos centralizados y la falta de infraestructura también ha llevado a un fenómeno inesperado: los recortes de energías renovables alcanzaron el 40% en 2024. 

“Hoy en día, el sistema eléctrico chileno puede producir más energía solar y eólica de la que es capaz de gestionar”, afirmó Seebach, subrayando la necesidad urgente de soluciones que permitan integrar esta capacidad excedente.

En este escenario, el almacenamiento de energía emerge como un factor clave para garantizar la estabilidad y eficiencia del sistema, de manera que el país ya supera los 1.000 MW de capacidad instalada en sistemas BESS (Battery Energy Storage Systems), con una capacidad de almacenamiento de 5 GWh y una duración promedio de entre 4 y 5 horas.

Además, durante 2024, se aprobaron solicitudes de acceso abierto por 10600 MW de capacidad y se concretaron 14 nuevos proyectos de almacenamiento, sumando cerca de 700 MW, principalmente en la zona norte del país. Y se espera que hacia finales de la década el país cuente con 8000 MW BESS operativos, lo que permitirá trasladar hasta un 20% de la producción diaria de electricidad a las horas de mayor consumo, especialmente durante la noche.

Sin embargo, Seebach advirtió que “la necesidad de almacenamiento de corto plazo estará cubierta”, pero que el gran desafío del almacenamiento será para larga duración. Por lo que planteó qué hará el país cuando las condiciones de viento sean bajas o haya varias horas de baja generación solar.  “Esa es la gran pregunta que debemos resolver”, apuntó. 

Desde su visión, las reformas claves que necesita el país para enfrentar estos desafíos parten por modernizar profundamente el mercado de generación eléctrica. 

“Nuestro sistema fue pionero en liberalización, pero hoy está desfasado. Nos faltan un mercado de ofertas, un mercado de desvío y herramientas financieras para gestionar riesgos”, subrayó.

No obstante, consideró que el reto más urgente es la reforma del sistema de distribución eléctrica, la cual lleva más de 40 años sin modificaciones estructurales, a fin de mejorar la calidad de calidad del servicio, encaminarse de mejor modo hacia la electrificación de los hogares y la expansión de la generación distribuida. 

Además, hizo un llamado directo a las futuras autoridades políticas que serán electas en noviembre del presente año (el país tendrá elecciones presidenciales para el período 2026-2030): “Chile tiene una oportunidad histórica para liderar la transición energética a nivel global. Pero esto requiere de una modernización del Estado, acelerar los permisos sectoriales y reformar el sistema de evaluación ambiental para incorporar de forma efectiva los impactos sociales, económicos y ambientales de los proyectos”. 

“El nuevo gobierno necesita recuperar la conducción de la agenda energética, falta liderazgo en la agenda del sector. Se requiere la cooperación público – privada, la capacidad de trabajar en conjunto para resolver los problemas de la ciudadanía y construir soluciones de manera conjunta”, agregó. 

Formación de nuevos talentos en energía

La respuesta a los desafíos del sistema eléctrico no será posible sin un capital humano preparado para gestionar la complejidad de la transición energética. En este sentido, la Universidad Adolfo Ibáñez ha tomado la delantera con la continuidad de la carrera de Ingeniería de la Energía, que aborda no solo la electricidad, sino también tecnologías de almacenamiento, minerales estratégicos y combustibles sintéticos.

“Nuestra formación apunta a un perfil híbrido que combine capacidades técnicas con habilidades de gestión. Por eso, ofrecemos dobles títulos que integran la ingeniería industrial con la especialización en energía”, resalta Seebach.

No obstante, el decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias reconoce que aún existe un déficit importante de técnicos locales especializados en áreas críticas, especialmente en la instalación de tecnologías eólicas y de almacenamiento.

La electromovilidad también está impulsando cambios en la gestión de la demanda y en la transformación de flotas, lo que exigirá nuevos perfiles profesionales y reformas en el mercado eléctrico. Para Seebach, este es el momento de actuar: “La oportunidad está sobre la mesa. Ahora necesitamos las reformas y el talento necesario para convertirla en una realidad”.

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