No acaba 2017 pero ya se vislumbra otro año no tan agraciado para la industria de hidrocarburos, del gas concretamente.

En otro comentario hablamos exclusivamente sobre energía (eólica, solar y renovables), ahora nos dedicaremos al tema gas que es energético de transición par excellence entre fósiles y renovables.

La caída de precios del barril de petróleo por la intensa actividad de producción de petróleo/gas de Estados Unidos (del no-convencional) y la caída del crecimiento chino explican la bajada de precios del WTI y del Brent, que naturalmente golpearon a Venezuela y Bolivia, en este hemisferio.

Algunos elementos de análisis que deben ser tomados en cuenta en la estructuración de la nueva arquitectura legal, regulatoria y normativa del sector que reflejen una Reforma Energética boliviana son:

Modificar la estructura de precios del petróleo (en el campo productor) destinado al mercado interno, aún bajo un pernicioso subsidio, de manera que el barril de petróleo boliviano sigue en apenas 25 dólares.

Lo mismo para el gas: la compra y venta al mercado interno se realiza a menos de un dólar, para el productor, 0,60 hasta 1 dólar por millar de BTU.

En 2018 se debe repensar y renegociar el contrato GSA, cuyo precio de venta de gas a Brasil responde a una lógica de un precio fijado a través de una “canasta” de fuel oils establecida en el contrato GSA de la década de los noventa. Habrá que ver de continuar: vendiendo más o menos volúmenes y comprometiéndose Bolivia a cumplirlos. No es una la vez que Brasil requirió certezas, al igual que Argentina, de la capacidad de suministro de gas.

El precio de venta de gas a Argentina también tiene una “canasta” con el precio añadido del diesel oil. Lo propio: habrá que ver cómo incrementar envíos.

2018 debe ser para incrementar producción de gas. Pero solo se incrementa si hay nuevos reservorios certificados. Y solo se incrementan nuevos reservorios si hay inversión privada. Y con los precios actuales del barril WTI es complejo atraer inversiones, más aún a países cuya “marca país” en energía no es la más positiva.

Los muchos ingresos que tuvo el Estado boliviano fueron, sencillamente, gracias los buenos precios del barril WTI (que llegó a máximos de 110 dólares/barril y que ahora y por los próximos 2 años podría estar estabilizado entre 50-60 dólares/barril) y del comportamiento del mercado a nivel global, así como los malos precios actuales inciden directamente en su política económica.

No hay certificación de reservas de gas actualizadas, la última data es de 2013 pese a existir una ley que obliga a aquello.

Bolivia produce como máximo 60 millones de metros cúbicos de gas por día y hasta el año 2014 se producían 60.000 barriles de petróleo por día; cifra pequeña si se compara con la producción venezolana de petróleo, que es de 1,9 millones de barriles diarios, de acuerdo con el último informe presentado por la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

Hay que estar advertidos que no habrá buenos precios del barril WTI o Brent en los próximos años, dado que Estados Unidos está casi autoabastecido de gas & petróleo vía shale, entonces Venezuela y Bolivia no van a tener ingresos parecidos a la década 2006-2014.

Regiones productoras vieron afectados sus ingresos, cayeron sus regalías y resultaron más afectadas aquellas economías no diversificadas; un poco el criterio de que las regiones productoras de gas deben dejar de ser adictas a la renta y buscar nuevos modelos de desarrollo a través de proyectos productivos y generar energías alternativas.

Algunas conclusiones, que resultan obvias a la luz del tiempo actual dado que se repiten anualmente como rezo del Padre Nuestro, son:

Urge una nueva Ley de Hidrocarburos, la actual data de 2005.

Urge una nueva Ley de Electricidad, la actual data de 1996.

Urge una Ley de Nuevas Energías, para incorporar, incentivar y estimular inversión privada en el área.

Urge estimular el sector para inversiones en la cadena: exploración, producción, refinación, transporte, comercialización e industrialización. Y cuando hablamos de inversión nos referimos a inversión del sector privado internacional, dado que la “espalda” financiera del Estado no es suficiente.

En el marco de la nueva legislación se deben ajustar los precios internos de gas y combustibles, adecuándolos a la realidad internacional.

2019 está a la vuelta de esquina y no se tiene una idea de qué es lo que va a suceder con Brasil: si van a seguir demandando actuales o mayores volúmenes, si se van a hacer proyectos compartidos o cuál será el norte en la exportación de gas boliviano a ese país.

Abrir nuevos mercados: dejar de estar anclados a dos únicos mercados.

Pero claro, estas son solo ideas y apreciaciones que ni ofenden ni lastiman a nadie

 

Fuente: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/gas-2017-otro-ano-dificil_210605